viernes, 2 de octubre de 2009

Héroes de la Antártida









18 de enero de 1912, el capitán Scott acompañado de Evans,


Wilson, Bowers y Oates, alcanza el Polo Sur.
Pero fracasa en la


hazaña de ser el primero,

sobre el punto de latitud 0 ondea ya



la bandera noruega del explorador Amundsen.


Exhaustos y fracasados emprenden el regreso.


16 de febrero Polo Sur


cinco ingleses por el desierto Azul


Evans va último de la fila


y colgada de su mochila


va la muerte dispuesta a demostrar

que una vez muerto


no se está mal en aquel lugar.


No hubo lápida


si hubo plática


que Dios salve a la reina


gloria eterna a los héroes


de la Antártida.


6 de marzo y Oates no puede más


son sus pies dos cuchillas de cristal


arrastrarse en algunos tramos


tiene heladas también las manos


pero nadie le quiere abandonar


y mientras duermen


sale al paso de la eternidad.


No hubo lápida


si hubo plática


que Dios salve a la reina


gloria eterna a los héroes


de la Antártida.


30 de marzo


aquí acaba el diario


de Bowers, Wilson y Scott


que las ayudas que nunca nos llegaron


vayan a los que quedaron


nuestros hijos, nuestras viudas


como un inglés


mueren tres.


No hubo lápidas


No hubo pláticas


No hubo Dios ni hubo reina


sólo nieves eternas


en la Antártida.


¿Quién se acuerda del Capitán Scott, ?



Evans, Wilson, Bowers y Oates?


¿Quién se acuerda del Capitán Scott?


Evans, Wilson, Bowers y Oates.









Historia de los Héroes de la Antártida:
El Capitán Robert Scott, había perdido la carrera por la conquista del Polo Sur al llegar más de un mes después que Roald Amundsen, en diciembre de 1911.


Él y sus hombres no encontraron más que penurias en el regreso, y la posibilidad de morir por cansancio estuvieron siempre presente en sus mentes hasta que las circunstancias hicieron de ésta una realidad inevitable.


Consciente de su suerte y la de su gente, Scott escribió una nota al pueblo de Inglaterra explicando el porqué de su fracaso.
Carta de Robert Scott a Inglaterra antes de morir en el Polo Sur:
Las causas del desastre no son debidas a una organización defectuosa de la expedición, sino a la mala suerte en todos los riesgos que teníamos que correr.

1. La pérdida de los ponys ocurrida en marzo de 1911, me obligó a partir más tarde de lo que había decidido en un principio y a llevar una cantidad de víveres menor a la prevista.


2. El mal tiempo en la ida, sobretodo la larga tormenta que sufrimos en los 83º de latitud, retardó nuestra marcha.


3. La nieve blanda en las regiones inferiores del glaciar hizo aún más lento nuestro avance.
Con energía hemos luchado contras estas circuns
tancias imprevistas y las hemos vencido, pero a costa de nuestros víveres de reserva. Las provisiones, la ropa y la organización de la línea de depósitos establecidos sobre la meseta, así como en toda la ruta del Polo, de 1300 kilómetros, han sido totalmente satisfactorias.


Nuestro grupo habría regresado al glaciar Beardmore en buen estado y con un buen suplemento de víveres si no se hubiera producido el desfallecimiento sorprendente de Evans, entre nosotros el que creíamos el más resistente.


A buen tiempo el glaciar Beardmore no es difícil de atravesar; pero en nuestro regreso no tuvimos una sola jornada realmente buena y la enfermedad de nuestro compañero agravó aún más la situación.
Como ya he dicho, nos aventuramos en una región glaciar extremadamente accidentada; y en una caída, Edgar Evans sufrió una conmoción cerebral.


Murió de muerte natural. Su desaparición dejó a nuestro equipo debilitado en el momento en que un invierno precoz caía sobre nosotros.


Pero todo esto no es nada en comparación con lo que nos esperaba en la barrera. De nuevo afirmo que las disposiciones tomadas para asegurar nuestra retirada eran óptimas, y que nadie habría podido prever en esta época del año, las temperaturas y el estado de la nieve que encontramos.


En la meseta, entre los 85º y 86º de latitud tuvimos entre -28º y -34º centígrados; y en la barrera a 82º de latitud y una altitud de 3000 metros la más baja, experimentamos generalmente -34º durante el día y -44º durante la noche, con un incesante viento en contra durante las marchas.


Estas circunstancias se han producido de improviso y nuestro fracaso es debido a la llegada súbita del mal tiempo, fenómeno al parecer imposible descubrir la causa.
Ningún ser humano ha sufrido tanto como nosotros en este último mes.


A pesar del frío y del viento habríamos pasado si no hubiera sobrevenido la enfermedad de un segundo compañero, el capitán Oates; si no se hubiese disminuido inexplicablemente el combustible contenido en los depósitos; y, en fin, sin este último huracán.


Nos han detenido a 11 millas del depósito donde esperábamos hallar los víveres necesarios para la última parte del viaje.
¿Nunca alguien tuvo antes peor suerte?

Hemos sido detenidos a 11 millas del campo One Ton, con víveres para sólo dos días y combustible para una sola comida.
Desde hace cuatro días nos ha sido imposible salir de la tienda: el huracán sopla a nuestro alrededor. Estamos débiles, apenas puedo escribir.


Sin embargo no lamento haber emprendido esta expedición: en ella se demuestra la resistencia de los ingleses, su espíritu solidario, y prueba de cómo saben mirar la muerte con tanto valor, tanto hoy como ayer.
Hemos afrontado riesgos, sabiendo de antemano que íbamos a correrlos.


Si las cosas se han vuelto contra nosotros, no debemos quejarnos, sino inclinarnos ante la voluntad de la Providencia, resueltos a hacer todo lo que podamos hasta el final...


Me gustaría tener una historia que contar sobre la fortaleza, resistencia y valor de mis compañeros que removiera el corazón de todos los ingleses.


Estas torpes notas y nuestros cuerpos muertos, la contarán...


Robert Falcon Scott.


* Probablemente esta carta fue escrita a fines del mes de marzo de 1912.


Fue encontrada junto con los cuerpos inertes de los hombres en una expedición realizada para su rescate meses más tarde.


La conquista del Polo Sur, el lugar más inhóspito del Planeta... Un tema que hemos abordado en varias ocasiones en la Aldea Irreductible, la gran epopeya de aquellos aventureros de principios del siglo XX.
Pero... ¿Quién se acuerda del Capitán Scott?
La memoria es cruel con los fracasos y nadie recuerda al segundo... Sin embargo, de vez en cuando es bueno echarle un vistazo a aquellos que lo intentaron.